La Tertulia literaria que se celebra en Taichung desde hace seis años, en esta ocasión (XIIª Tertulia, 2 de mayo de 2015) versó sobre algunas de las Novelas ejemplares de Miguel de Cervantes, una obra capital publicada en 1613 y por la que, solo por ella, sin que hubiera escrito nada más, nuestro autor más universal, moraría en el Parnaso, como así lo hace desde que se pudo leer Don Quijote de la Mancha.

Las novelas seleccionadas para la discusión habían sido Rinconete y Cortadillo y El licenciado Vidriera, más una tercera a elegir por cada uno de los tertulianos. Entre las que destacaron, en esta faceta personal, El amante liberal y El coloquio de los perros. A la cita acudieron más lectores de los que suelen ser habituales en evento cultural a contra pie de estos tiempos de pantalla que vivimos.

¿Qué decir de obras tan insignes y comentadas a través del tiempo literario? Tarea complicada. Sí, volver a acentuar la maravillosa relación existente entre Miguel de Cervantes y la vida. Pues siendo un escritor culto, no dejó de conocer la realidad histórica en toda su extensión vital, radical, humana, sin excluir de ella a todos los seres que habitaron en ese momento único que coincidió con el apogeo del imperio español. Es lo que se percibe en El licenciado Vidriera, cuando un español podía pensar y actuar, con propiedad, más allá de las fronteras peninsulares, en infinidad de ciudades y lugares de los inmensos territorios del orbe europeo. También se divisa en El amante liberal, ampliado su panorama al Mediterráneo, a pesar del débito de este relato con las novelas bizantinas. Un lujo geográfico, para quienes les gusta los viajes desde la butaca con un buen mapa entre las manos.

No hay curso de español en vena más eficaz en la actualidad que leer a Cervantes. Es el español de ayer y el de hoy. Parece como que el idioma castellano hubiera caminado por la senda cervantina. Eso se experimenta al leer El coloquio de los perros, toda una muestra de sencillez, ritmo y caudal expresivo. Lo que Cervantes logra en Los trabajos de Persiles y Sigismunda (1617), lo encontramos en El coloquio, lectura veloz y honda, sabrosa y conceptual, ligera y persistente, en prístino y moderno español. Una novela, El coloquio, donde el perro Berganza le cuenta su vida a su colega Cipión, cosas de los hombres, en vertiente que aplaudirían sin duda los surrealistas de todas las épocas. Con el sin igual hallazgo de la bruja Cañizares, en el que pareciera encontrarse el precedente del genio de Francisco de Goya.

La perfección coincide con Rinconete y Cortadillo. ¿Residirá la esencia de lo español en lo que se describe en esta novela ejemplar? Su lectura debe hacernos pensar en nuestra vida social, porque lo que vemos y entendemos se asemeja a un viaje en el tiempo, sin que nada cambiara desde entonces -en muchos aspectos- en nuestra mentalidad, en torno a vivir conforme a un eterno buenismo -estar a bien con el poder coyuntural sin dejar de criticarlo ni de participar en él a la vez-. Un entramado filosófico que se sustenta, piensa y alimenta desde los bienes ajenos y desde los comunales. Una política. España y la picaresca.

Desde la Tertulia animamos a leer a Cervantes (toda su obra) y a los cervantistas. Así quisiéramos comentar que en la revista Encuentros en Catay (2014), aparecerá el artículo “Sobre los ‘Quijotes’ de los autores Cervantes y Fernández de Avellaneda, y algunos cervantistas” de José Carlos de Torres, que nos introduce en otro aspecto que creemos pertinente, por actual, El Quijote de Avellaneda (1614), una obra abierta al debate, sin la genialidad de Cervantes, pero que influyó en la Segunda Parte de Don Quijote (1615). Cervantes, cervantistas y cervantismo, todo un mundo y una religión. Historia de España y ejemplaridad.