Cumple un lustro de existencia el Club del Vino de la Casa de España en Taiwán y se honró el aniversario con tres caldos que permanecerán durante largo tiempo en la memoria de nuestros paladares. Son ya veinte catas las albergadas por el restaurante Sabatini Cucina (深庭義式餐廳) y en reconocimiento a su amabilidad y, sobre todo, a lo bien que nos dan de comer se entregó una placa como muestra de nuestro sincero agradecimiento y brindamos con el primero de los tres marqueses que hicieron acto de presencia, el cava Marqués de Gelida.

Santiago Rupérez, presidente del Club del Vino, nos invitó con su discurso a visitar  la Estación Enológica de Haro donde el gobierno regional de La Rioja busca dar con el ADN del vino. España junto con otros de los principales países productores de vino están colaborando en el proyecto de wine profiling empleando una tecnología que permite identificar unos cincuenta compuestos de cada muestra de vino, con el objeto de registrar “las huellas dactilares” de los vinos producidos. Santiago se preguntaba si en un futuro quizá no tan lejano encontraremos en la contraetiqueta los “marcadores de diferenciación” que definan el vino de nuestro gusto y también si conocer el ADN del vino permitirá “clonarlo”. Pero mientras ese momento llega, nos quedamos con el lema epicúreo riojano: La panza llena y el corazón contento, que todo lo demás es un cuento.

Instantes antes de proceder a presentarnos su marqués, José Ramón Álvarez, presidente de honor de la Casa de España, recibió la felicísima noticia del nacimiento de su segundo nieto. Brindamos por ello y dio comienzo a la XX cata, la cual debido a la coincidencia de tanto marqués podremos recordar como la noble cata. El vizcaíno Luciano Murrieta fue el precursor de los vinos de Rioja en la finca Ygay, la cual se halla muy próxima a Logroño. Viajó a Burdeos para aprender las técnicas de vinificación y, en premio a su éxito mejorando la calidad del vino fue nombrado marqués de Murrieta por el rey Amadeo I de Saboya. Este vino blanco, gran reserva de 1998, está elaborado principalmente con viura y, en un 10%, con malvasía riojana y garnacha blanca. Destacaba su tono dorado anaranjado y en boca dejaba un ligero recuerdo ajerezado. Una exquisitez de vino que en Taiwán puede adquirirse en Kaohsiung en Hanshin y en Taipéi en el Jason’s del Takashimaya.

Entre marqués y marqués saltó al albero, en este caso el blanco mantel, el toro Victorino. Hasta la fecha los únicos tintos de la D.O. de Toro que se habían catado en el Club del Vino eran un Numanthia crianza de 2006 y un San Román crianza de 2008. El invitado a la cata Iñaki Torrecilla comenzó su presentación recordando el podio de honor que ocupa la ciudad de Toro en la milenaria historia de la viticultura en España. Cuando los romanos extendieron el cultivo de la vid por el curso del río Duero ya se cultivaba en la zona de Toro. Con el vino de Toro reponían fuerzas los tercios de Flandes y también se considera el primer vino que se tomó en el Nuevo Mundo. La dilatada historia del vino de Toro ha impregnado nuestra Literatura, siendo varios los autores que lo mencionan en sus obras, como por ejemplo Góngora en su poema Una moza de Alcobendas. La obra más famosa en la que se menciona el vino de Toro es sin ningún género de duda el Libro de buen amor cuando la Trotaconventos aconseja al arcipreste que ame a alguna monja porque entre los varios motivos que expone

Et aun vos diré más de quanto aprendí,

Do an vino de Toro, non envían baladí,

Desque me partí d’ellas, todo este vicio perdí

Quina a monjas non ama, non vale un maravedí.

Sin embargo el vino de toro no es sólo historia sino también modernidad e innovación y un buen ejemplo de ello lo constituye la bodega Teso de la Monja, un proyecto fundado en 2008 por la familia riojana Eguren, en el que han logrado un toro de manso sabor que tuvo muy buena acogida. El Victorino puede comprarse en Taiwán en Enjoy Wine.

Como colofón a esta noble cata, el presidente del Club del Vino, Santiago Rupérez, rescató de su bodega particular el tesoro 150 aniversario del marqués de Riscal, gran reserva de la añada excelente de 2001. Un vino que ya fue vendido en su totalidad por la bodega y, por tanto, de muy difícil obtención hoy día. Tenía un color cereza muy oscuro y en nariz resultaba complejo y delicado. De sabor estructurado y graso, redondo y con final largo y sedoso. En esencia, un vino delicioso elaborado para conmemorar el 150 aniversario del nacimiento de la bodega marqués de Riscal y disfrutado para celebrar el V aniversario de este Club del Vino. ¡Y que sean muchos más!